jueves, 19 de marzo de 2015

¿Qué fue del… Walkman?

Recuerdo perfectamente la mañana de mi décimo cumpleaños. Me levanté radiante, inquieta, enérgica, optimista. Tenía el presentimiento de que ese era el día en el que por fin sería mío. Rasgué sin ningún cuidado el papel de regalo y cuando abrí la caja, ¡oh!, ahí estaba. Relucía como un diamante, relumbraba destellos plateados y olía a nuevo. Era un precioso walkman, lo más top del momento. Y a partir de ese día, lo cuidé y lo mimé incluso más que a mi tamagotchi, que relegué a un segundo plano. Lo curioso es que no recuerdo en qué momento exacto me despedí de él. Pero Apple impulsó el entorno del mp3 y el iPod y luego llegaron los teléfonos inteligentes. No obstante, como todo fin tiene un principio, hoy resucitaré de sus cenizas al famoso reproductor portátil de CDs.

A mitades de la década de los ochenta, cuando el mercado de los CDs se iba popularizando entre el gran público, Sony apostó por potenciar el desarrollo de los reproductores, conocidos bajo el nombre de Discmans. Sin embargo, tuvimos que esperar unos cuantos años para que la tecnología avanzase y surgiesen los más codiciosos y avanzados modelos, que a partir del 2000 pasaron a ser llamados CD Walkmans.   

La cuestión es, básicamente, que a mí no me importaba qué nombre quisieran ponerle los japoneses, sino que por fin podía escuchar la música que me gustaba en el coche sin tener que aguantar las horribles elecciones de mis padres, en el autobús camino del instituto, en la biblioteca, paseando… Y ni un día salía de casa sin, en el otro bolsillo, su imprescindible compañero, el estuche porta CDs. ¡Una veintena cabían ahí dentro! Algunos con los títulos puestos en pegatina, en otros bien escrito con permanente negro y, los que no tenían nada, los reconocía como si fuesen mis hijos. ¡Sin internet, sin youtube y sin spotify!, sólo CDs. Y que fuesen originales, porque como tuvieses el modelo que no leía copias falsas…

Deciros, nuevas generaciones, que no siento empatía por los que manifestáis sufrir a la hora de manejar o llevar con vosotros los últimos modelos de Iphone o Samsung tamaño XL. Porque cuando buscas en la RAE la definición de sufrimiento, esta es: “dolor que se siente ante la impotencia de una lucha perdida contra la manera confortable de llevar el walkman”. ¿Existía alguna forma cómoda de transportar esa piedra contigo? Los más osados jugaban a los vaqueros del oeste, enganchando el walkman al cinturón cual pistola. Los más discretos, lo colocaban en una funda que colgaba con una cinta del cuello. Y ante tal desesperación, los fabricantes decidieron ser generosos y, en las mochilas, habilitar un pequeño agujero a través del cual pudieran salir los auriculares. ¡Alabado sea aquel al que se le ocurrió esta magnífica idea!

¿Salir a hacer footing sin música? Sí, sobrevivimos sin eso también. Pero ya no era solo correr. Si tu dispositivo no contaba con el sistema anti-shock, que permitía que la música no se detuviese ante cualquier movimiento brusco, lo llevabas claro… Ya dijo Platón que la música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo. Así que, a pesar de tus inconvenientes, gracias walkman por ser el pionero en hacernos la vida un poco mejor. Los que pertenecemos a la generación Messenger siempre recordaremos el valor que poseen los clásicos.



3 comentarios:

  1. Buah sí, recuerdo perfectamente cuando tenía uno, ¡¡¡era genial!!!
    Era un tocho, es cierto, ¡pero todo un clasicazo!

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  2. Me encanta el estilo con el que está escrito este artículo, juvenil y entretenido: muy Generación Messenger

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  3. Me gusta el estilo empleado en esta entrada, muy juvenil y entretenido para tratar un tema como este. Cómo me acuerdo de mi primer walkman, de hecho todavía lo tengo y funciona perfectamente.

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